Don Orione
«Sin oración no se hace ningún bien»
Don Orione
Un Camino de Fe y Servicio
Nacido en Pontecurone, Italia, el 23 de junio de 1872, Don Luis Orione fue un hombre llamado por Dios desde su juventud. Su búsqueda espiritual lo llevó primero a los franciscanos y luego a los salesianos en Turín, donde conoció y se inspiró en Don Bosco. A pesar de su profundo respeto y admiración por Don Bosco, Don Orione comprendió que su vocación lo llamaba hacia otro camino. Este camino lo condujo al seminario de Tortona, donde fue ordenado sacerdote el 13 de abril de 1895.
Su pasión por ayudar a los más desfavorecidos comenzó temprano. Inicialmente reuniendo niños de escasos recursos para la catequesis, Don Orione pronto expandió su misión, ayudándoles a obtener educación en su primera fundación, un colegio. Este fue el humilde inicio de la Obra de la Divina Providencia, una congregación que crecería para abrazar a hombres y mujeres de diversas nacionalidades en una misión de amor y misericordia.
Don Orione se dedicó incansablemente a socorrer a los más necesitados, respondiendo a crisis como los terremotos en Italia y extendiendo su misión de caridad más allá de las fronteras de su país natal. Llevó su espíritu misionero y solidario a América, visitando Argentina en dos ocasiones (1921 y 1934) para cultivar una «gran familia» que viviera el evangelio a través de obras de misericordia. Su legado en Argentina incluye Cottolengos y hogares para discapacitados, centros para niños en riesgo, escuelas, parroquias, capillas y misiones.
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Hasta el final de sus días, Don Orione se mantuvo fiel a su entrega total a Dios y a la humanidad. Falleció el 12 de marzo de 1940 en San Remo, Italia, con las palabras «Jesús, Jesús, Jesús, voy» en sus labios. Su vida y obra continúan hoy a través de la Familia Orionita, presente en una treintena de países, manteniendo viva su visión de instaurar todas las cosas en Cristo («Instaurare omnia in Christo«, Efesios 1,10).
Beatificado por el Papa Juan Pablo II el 26 de octubre de 1980 y canonizado el 16 de mayo de 2004, Don Orione nos deja un legado de fe inquebrantable, amor incondicional y servicio incansable a los más olvidados de la sociedad. Su corazón, un símbolo de su amor y devoción, ahora descansa en el Pequeño Cottolengo de Claypole, Argentina, un recordatorio permanente de su misión y compasión.